miércoles, 30 de enero de 2013

No hay buenos libros


Qué gran verdad eso que leí en C.S. Lewis de que no hay buenos y malos libros, sino buenos y malos lectores. Llevo semanas atascado con País de Jauja de Rivera Martínez, una novela feliz en todos los sentidos, pero a la que hay que entregarle alma, corazón y vida. En ese tiempo me he tragado dos gordísimas novelas policíacas sin importarme el colesterol.
A veces somos injustos con los libros que no nos gustan: los vituperamos y el problema no es suyo, sino nuestro. No llegamos a su altura. No somos dignos de ellos. Seguramente hay que esperar, dar el tiempo que merece a cada uno. Y quizá no sea el verano la mejor fecha para leer novelas ligeritas, sino todo lo contrario: el momento ideal para las grandes ocasiones, los libros mejores.

jueves, 17 de enero de 2013

Borges y las promesas


 - Te presento a mi prometido.
 Me lo dice aquella ex alumna, muy guapa y muy feliz.  Y lo veo a él, también muy guapo y contento como unas Pascuas. Pero a mí, sobre todo, se me queda colgando esa palabra: "prometido", tan arcaica, tan pasada de moda y tan feliz.

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Voy por la calle y de pronto se me cuela por los ojos este anuncio comercial:

"Borges nació de una idea"

Por un momento se me ocurre que a Jorge Luis Borges le hubiera encantado eso de nacer de una Idea, y no de un cuerpo material. Pero luego me fijo mejor: es al otro Borges, al del aceite de oliva, al que le suceden las cosas.





sábado, 12 de enero de 2013

La familia del Infante don Luis




Un cuadro fascinante: la familia del Infante don Luis. No es una familia normal o, mejor dicho, lo asombroso es que sí lo es. por todos lados se siente el caos que no llega a impedir que la familia siga viviendo. Nadie, salvo la guapa y presumida señora de la casa, está posando. Los niños da la impresión de que hacen lo que les da la gana porque las señoras que los cuidan andan en sus cosas. Hay un señor a la derecha del espectador  que no quiere salir en el cuadro. El criado que parece García Lorca con un vendaje en la cabeza, exhibe orgulloso su coscorrón. Hace las veces del tonto de esa corte que no llega a serlo, porque el señor de la casa, el Infante don Luis, cayó en desgracia  ante su hermano el rey y lo mandaron a las Arenas de San Pedro a pasar frío.
Parece una familia caótica y por eso da esa impresión de verdad, sin mentirijillas ni peloteo. Nada de gente puestecita cada una en su sitio como sucede con los cuadros de familias reales. Incluso en Las Meninas de Velázquez, a quien Goya rinde homenaje, hay más personajes posando con más orden y serenidad.  Sólo el hombre elegante y de mirada inteligente (Luigi Boccherini, el gran músico y acaso amigo del pintor) parece darse cuenta del pequeño drama del protagonista: el infante don Luis que está jugando en solitario a las cartas. Es el retrato de una soledad al final de una vida, solo en medio de la gente. El gesto de la cara desprende el buen carácter del individuo y su simpatía por Goya. Don Luis fue su patrón por poco tiempo y le llamaba a Goya cariñosamente "su pintamonas".
Este gran cuadro de Goya está en España provisionalmente hasta el 24 de febrero (en el Palacio Real de Madrid).

viernes, 11 de enero de 2013

Tres palabras sobre el silencio

Casi un mes en silencio. Casi un mes que no pasaba por mi blog. En ese tiempo no es que me pasara nada, salvo que en el trabajo se me acumularon los papeles, llegaron las vacaciones, seguimos teniendo cinco hijos, se estropeó el ordenador de casa, tuve que escribir un artículo de treinta mil caracteres a toda prisa (no sé donde lo hice), nos escapamos M. y yo dos días a Pau y en la noche de Reyes invitamos a más de treinta personas entre adultos y niños.
Pero en medio de todo el ruido, disfruté del silencio. Y, cosa extraña, no eché en falta el blog (la blogueína que dice Ridao). Seguramente es muy bueno dejar de hablar -de escribir- por una temporada. En la música la pausas en forma de silencio dan sentido a las sonidos. Lo mismo sucede con las palabras y las ideas.

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Este hermoso poema de José Cereijo sobre el silencio:

Calla la vieja muerte hospitalaria,
calla Dios en su cielo,
calla el amor si es hondo, y también calla,
como el dolor, el tiempo.
Para qué tus palabras, si todo lo que importa
pertenece al silencio.


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El silencio, entre algunos poetas, tiene un raro prestigio, pero a mí pocas veces me convence. Para el escritor toda la realidad está hecha para ser nombrada. Y si es cierto que la contemplación es tentadora, no lo es menos que sólo sabemos de las virtudes del silencio a través de las palabras que hablan de él. Todo, a través de las palabras. Fuera de ellas, nada.