martes, 27 de septiembre de 2011

Elogio de la distracción


El Diccionario de la Real Academia Española declara que despistado es aquel que deja de poner atención en algo. La Real Academia sabe mucho y uno más bien poco, pero yo diría que es más bien al revés. El distraído es aquel que se fija en lo que de verdad le interesa. Por eso sostengo que en realidad los distraídos viven más felices, y hasta juraría que viven mas años.


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Los sabios, los poetas y las modelos famosas son, por distintas razones, distraidos.


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Por la calle una señora bastante anciana le va comentando a otra la pena que le produce la llegada de la tarde. "Demasiado pronto", le dice. Y la compañera le asegura que eso también se nota por la mañana, ahora que ha cambiado la estación. "Pero, ¿cómo?". "Sí, sí, a las siete ya no es de día". A cada una de las dos le echo mentalmente, al menos, el doble de otoños que uno mismo, que ya son otoños. ¿Y de dónde entonces la sorpresa?, me digo. Tal vez sea eso lo que traen ciertas vejeces: un asombro permanente como el de los niños, pero poblado de tristeza. O no, quién sabe. En realidad, no debiera hablar de lo que no sé, sino de otra cosa, del don de sorprenderse con cada cambio, aunque sea de hora. Cada tiempo tiene su asombro, diríamos. Y si a uno se le abren las puertas del alma a las seis de la mañana en junio, ahora qué bendita esa intimidad que nos da la oscuridad en los postres del día.





miércoles, 21 de septiembre de 2011

Rutinas del otoño






Ya empieza el otoño y, con él, una rutina nueva. Pronto parecerá inverosímil que alguna vez hayamos caminado envueltos en sol, igual que hace tan poco tiempo pensábamos incrédulos que se podía vivir atrapado por las ropas largas y ese cielo húmedo que sentimos tan cerca.

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Aunque lo de la envoltura de sol suena a exageración literaria para quien ha veraneado en Galicia. Galicia tiene otros alicientes que sólo quienes se habitúan a ella quieren y conocen. Por eso, los mismos nativos-esos que se quejan los primeros del tiempo, pero ay de ti como se te ocurra secundarles-, cuando se refieren a su tierra la mencionan con su no sé qué de complicidad. Nadie dice, cuando habla de su casa, "Vuelvo a Andalucía, a Castilla o a Cataluña", sino "vuelvo a Cádiz o a Valladolid o a Barcelona". Allí, en cambio, cuántas veces se suspira con un "Vuelvo a Galicia", y no a Lugo, Vigo o La Coruña. Es como regresar al hogar, que les abraza nada más atravesar los puertos de La Canda y el Padornelo.


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Y otra rutina más: el cole. Y esos deberes con series lógicas: cuadrado, triángulo, cuadrado, triángulo... ¿y qué viene después? A mí se me ocurren los candidatos socialistas desde el comienzo de la democracia: uno guapito y presidente, otro calvo con barbas perdedor, otro guapito y presidente, y ahora otro calvo con barbas... ¿perdedor?
El otoño me sienta fatal.



martes, 20 de septiembre de 2011

Selección argentina de literatura


Este de arriba es un viejo chiste rescatado de las hemerotecas argentinas (pinchar en la foto para leerlo mejor). Parece un ataque a Borges hecho desde una óptica nacionalista. Pero a mí me resulta interesante por otros motivos: uno, por comprobar cómo la literatura en Argentina, al menos en los remotos años en que se hizo el chiste, congregaba verdaderas pasiones; y dos, porque todos los nombres que aparecen son de grandes escritores. Y esto me lleva a sostener que la literatura argentina tiene, al menos entre los años veinte y los setenta del pasado siglo, el mejor elenco de narradores de las letras en lengua española, con diferencia, frente al resto de los países de uno y otro lado del Atlántico.
Por eso, ahora que el combinado argentino de fútbol parece que vive su enésima crisis de resultados, modestamente sugiero otra selección para ese querido país:

Portero: Este es un puesto de mucha responsabilidad y no se puede dejar a cualquiera. Quizá Ezequiel Martínez Estrada por su cuento "La inundación".
Defensa: Cuatro defensas rocosos con libros bastante gordos para defenderse: Sábato (Sobre héroes y tumbas), Leopoldo Marechal (Adán Buenosayres), Manuel Mujica Láinez (Bomarzo), Roberto Arlt (Los siete locos).
Centro del campo: Jorge Luis Borges (Indiscutiblemente el director del juego), auxiliado por las bandas por Adolfo Bioy Casares (un interior ligero con el que Borges se entiende bien), Silvina Ocampo y Marco Denevi (otros dos jugadores creativos, con su personalidad pero de la misma escuela).
Delantera: Julio Cortázar (al principio juega por la derecha pero luego se maneja muy agresivo como extremo izquierda) y Manuel Puig (un delantero centro efectista)
Suplentes: José Bianco (puede sustituir a Bioy o Silvina unos pocos minutos de la segunda parte), Mallea (si se necesita un juego conservador), Ricardo Güiraldes (si al entrenador le gusta la cantera local), Macedonio Fernández (para casos desesperados).

sábado, 17 de septiembre de 2011

Silvius L. Weiss: Fantasía y Chacona




Normalmente este blog es sólo de palabras.
Pero hoy hago una excepción, porque esto es para quedarse sin ellas (sin palabras, quiero decir).

viernes, 16 de septiembre de 2011

Volver

Lo mejor de El señor de los anillos, ese larguísimo libro, está en sus tres palabras finales. Sam Sagaz, después de haber salvado ciento veintisiete mil veces al pesado de Frodo y haberse jugado el pellejo otras tantas, vuelve por fin a su hogar y dice: I am back, "Estoy de vuelta". Es una frase tan de andar por casa, tan rutinaria, que extraña un poco después de mil quinientas páginas de criaturas sobrenaturales y aventuras de cine. Pero seguramente ahí está su grandeza: en descubrir la maravilla de lo cotidiano después de un viaje de fábula.
Y ahora releo ese final, espléndido también, de La casa encendida de Luis Rosales:

Al día siguiente,
-hoy-
al llegar a mi casa -Altamirano, 34- era de noche,
y ¿quién te cuida?, dime; no llovía;
el cielo estaba limpio;
-"Buenas noches, don Luis" -dice el sereno,
y al mirar hacia arriba,
vi iluminadas, obradoras, radiantes, estelares,
las ventanas,
-sí, todas las ventanas-,
Gracias, Señor, la casa está encendida.


Viajar es maravilloso. Pero no hay viaje de verdad sin regreso, porque, en caso contrario, la ida se hace huida. Lo que propone Rosales es otra cosa. Mirar lo que vivimos todos los días como si tuviera que ver con las estrellas: vivir con la seguridad de nuestro origen. Y poder volver allí siempre. A casa.Y volver por la noche, y encontrar que alguien nos espera porque las luces están encendidas.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Aviso propagandístico

Tengo bastante abandonado mi blog de lecturas, así que hoy, aqui al lado a la derecha, acabo de renovarlo...

martes, 13 de septiembre de 2011

Humanista, más que humanista

Cuando fui a visitar a aquel amigo, me recibió en su despacho oficial. Se le veía (o yo me lo imaginaba) levemente incómodo en ese cargo burocrático, a él, que sobre todo era un poeta exquisito. No llevábamos diez minutos charlando cuando, de pronto, sonó el teléfono. Por el modo con que le cambió la cara, entendí que era una llamada desagradable. Él me hizo un gesto para que me quedara, así que, mientras hablaba, me levanté y me dí un paseo por el despacho en busca de libros o de alguna revista con los que hacerme el distraído. Pero me llegaba el tono de la conversación, cada más duro: "No puede ser, no, no es posible, lo siento, pero no...", decía mi amigo. Al final colgó y dio un suspiro.
-Fíjate, me dijo, que es un documentalista que pretende que le pongamos un corto en el instituto en que sale la violación de una niña de diez años. Todo esto rodado con unos planos feísimos, una estética cutre, una música infumable y qué sé yo... Esta furioso porque me he negado, bajo mi responsabilidad, y me ha dicho que en otros institutos Cervantes se ha puesto sin ningún problema... Pero ¿sabes lo más gracioso de todo? Que, en vez de llamarme fascista o represor o algo así, me ha dicho que soy el típico ejemplo de una cultura atrasada, dominante y... humanista ¡humanista! Para mí es un elogio, claro.
Muchas veces he vuelto a esta anécdota para pensar en lo bajo que estamos cayendo. Cuando un elogio se convierte en insulto, todo lo que huele a ese apelativo ya está fulminado de excomunión. Si en ciertos ambientes presuntamente intelectuales, el calificativo humanista es rechazado es que para ellos toda nuestra civilización occidental se desmorona alegremente.
En estos días voy leyendo un libro sobre recuerdos de personas que vivieron la Primera Guerra Mundial. En uno de los testimonios, el marinero alemán Richard Strumpf, un hombre harto de la vida brutal en el barco, llega al puerto de Kiel. Allí asiste a la ópera Lohengrin de Wagner. Y anota en su diario:
"Es una lástima que no pueda ir a más eventos como este. Hacen que te sientas como un ser humano y no como un simple e ignorado animal de carga".
Eso es el humanismo que tantos frívolos detestan: todo aquello que te hace sentirte orgulloso de pertenecer a la estirpe de los humanos. Y mi amigo, por supuesto, es un humanista.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Mayúsculas que muerden

Las palabras muerden, dice Octavio Paz en algún poema. Un amigo me escribe Dios con minúscula, y le preguntó por qué lo pone así:
-Porque no existe.
Pero si eso fuera así -pienso ahora- habría que escribir con minúscula zeus, don quijote, doraemon, bob esponja y rodríguez zapatero, todos ellos seres inexistentes. Quedaría rarísimo. De momento la Real Academia declara que los nombres propios deben ir con mayúscula y los comunes con minúscula. Probablemente aquí la cuestión no debiera ser teológica, sino gramatical. O tal vez es que las palabras muerden, y a alguno no le resulta indiferente poner una mayúscula de más o de menos en el nombre de Dios.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Una visita

Hoy vi en la clínica a un amigo muy enfermo. Mi amigo, que deja tres hijos pequeños. Ya no habla. Vive en ese estado terrible y misterioso que es el coma. Estaba a su lado su esposa, como se suele decir, triste y entera. La fe no resiste el dolor, pero le da un sentido. Luego aparecieron sus padres que vienen de muy lejos. Cuando su madre se acercó y le tocó la mano, mi amigo sonrió.
Después de un rato, me despedí y bajé a la calle. Allí esperaban los periódicos del día : "Los docentes se manifiestan contra el tijeretazo"; "Angela Merkel dice que su misión es salvar Europa; "Guardiola recibe la medalla de oro que le faltaba". Y yo leía todo eso con los labios pero por dentro me salía solo el Eclesiastés: "Vanidad de vanidades, todo es vanidad".

miércoles, 7 de septiembre de 2011

¿Reférendum? De entrada, no

De entrada, a mí me parece muy bien lo que reclaman los dos sindicatos mejor subvencionados de España y el 15 M. Cualquier retoque de cierto calado merecería una consulta popular. Por mucho menos, Suiza (donde habitan los malvados mercados, oh) está sacando las urnas a la calle.
Pero veo algunos problemillas: uno de ellos es que, en el caso imposible de que PP y PSOE escucharan la voz de las minorías, el referéndum iba a dar la razón a la reforma. ¿Cuándo un gobierno ha perdido un referéndum en España? No hablo ya del 78, o de aquel mítico sobre la OTAN, sino de otro, ya olvidado, en el que los españoles votamos en masa por una constitución europea que ni nos importaba ni entendíamos. Además, montar una gran consulta cuesta dinero y gastar plata en un referéndum simbólico es una macana.
Hace años un intelectual (y, sin embargo, nacionalista) me dijo: "La política es un teatro, un juego de máscaras. Todo es fingimiento". Los líderes de izquierda salen a manifestarse sabiendo que nadie les va a hacer caso y de que perderían el referéndum si se llevara a cabo. Y al mismo tiempo, el gobierno y el PP aprueban una reforma para calmar a Europa, que finge creer a su vez que los dirigentes españoles respetan las leyes. Y es verdad: los gestores de la reforma saben que todo cambio en la Constitución es relativo. A fin de cuentas, se la llevan saltando desde hace veinticinco años.


Un modo de morir

Algo más sobre Francisco de Aldana. El poeta, por mandato de Felipe II, había acompañado a don Sebastián, el rey visionario que pretendía reconquistar el Magreb para los cristianos. Aldana había intentado en vano convencer al rey de la locura de meter a los portugueses en semejante aventura. Por fin, en la jornada de Alcazarquivir el ejército cristiano fue aplastado. En un memorial que su amigo Diego Torres envió a Felipe II para informarle de la batalla, se lee este emotivo final:

Y el día de la batalla, andando a pie por le haber muerto el caballo, le encontró el rey y le dijo: "Capitán, ¿por  qué no tomáis caballo?". Y él dicen que les respondió: "Señor, ya no es tiempo sino de morir, aunque sea a pie". Y con la espada en la mano, tinta en sangre, se metió entre los enemigos, haciendo el oficio de tan buen soldado y capitán como él era".

martes, 6 de septiembre de 2011

Aldana, qué gran poeta

En una ocasión pedí a mis alumnos de un taller de poesía que, para el día siguiente, trajeran su poema favorito a clase y que, tras leerlo, explicaran por qué lo habían elegido. Yo mismo me apliqué a la tarea a sabiendas de que lo que pedía era una simplificación. Después de titubear, pensarlo bastante y descartar unos cuantos, tal vez con injusticia me quedé con uno.  No era de un contemporáneo, para mi propia sorpresa, sino de un poeta del Siglo de Oro, de los mal llamados menores: Francisco de Aldana. Cuando leí de joven su soneto "En fin, en fin, tras tanto andar muriendo", me conmovió y creo que hasta me ha servido después para la vida. Aldana sabe que la felicidad está dentro y no fuera, pero no lo dice como en un manual de autoayuda. Lo dice con una mezcla de espontaneidad y nobleza, de desengaño y esperanza. Lo dice así:

En fin, en fin, tras tanto andar muriendo,
tras tanto varïar vida y destino,
tras tanto de uno en otro desatino,
pensar todo apretar nada cogiendo,

tras tanto acá y allá yendo y viniendo,
cual sin aliento inútil peregrino
-¡oh, Dios!-, tras tanto error del buen camino,
yo mismo de mi mal ministro siendo...,

hallo, en fin, que ser muerto en la memoria
del mundo es lo mejor que en él se esconde,
pues es la paga de él muerte y olvido,

y en un rincón vivir con la victoria
de sí, puesto el querer tan sólo adonde
es premio el mismo Dios de los servido.


Aldana es autor de otros poemas admirables, como un profundo soneto erótico ("¿Cuál es la causa, mi Damón, que estando/ en la lucha de amor juntos, trabados,/ con lenguas, brazos y pies encadenados, etc., el resto del poema, aquí), una maravillosa epístola a su amigo Arias Montano (aquí), o esos versos en donde aspira a un Cielo personal ("iríame por el cielo en compañía/ del alma de algún caro y dulce amigo,/ con quien hice común acá mi suerte./ ¡Qué gran montón de cosas le diría,/ cuáles y cuántas, sin temer castigo/ de fortuna, de amor, de tiempo y muerte!"). Fue espía y soldado, amó en las cortes de Italia y anduvo en los Tercios de Flandes. Se relacionó con intelectuales erasmistas y, al final de su corta vida, era un hombre hondamente religioso (y todavía un poco más sobre él, aquí). Murió luchando contra los musulmanes, mientras acompañaba al rey don Sebastián en su disparatada aventura de Alcazarquivir. Muchos poemas suyos se han perdido, pues los llevaba cosidos a la camisa cuando se lanzó al combate. Qué gran película se podría hacer con Francisco de Aldana.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Tatuajes

El veinte por ciento de la población española -me dicen-, lleva algún tatuaje. Como tengo fresco mi recuerdo playero, me pregunto si las estadísticas no se han quedado cortas. Mis informantes también me cuentan el caso de unos enamorados que se abrasaron el nombre del otro en cada brazo. Como iban a hacer vida en común, se compraron un coche, un pisito y no sé cuántas gaitas más. Más tarde cambiaron de opinión, se pelearon y, en el trajín legal, ella se lo llevó todo. A él sólo le quedó el nombre de su ex. Supongo que pudo verlo cuando tuvo que adelantar la mano para firmar el documento de cesión de bienes.
Aparte de esta historia, me llama la atención la paradójica afición a ser marcado en esta sociedad en la que nada es para siempre. Y qué curioso que sea el mismo cuerpo quien recibe el herraje. Ahora que tantos descreen de cualquier idea que se presente como dogma, que la verdad posmoderna se ha vuelto fluida, movediza y discutible, nos podemos inscribir a fuego lo que queramos. Ciertamente nadie se pone una cita de San Pablo o de Pascal. A lo más que se llega es a divisa de legionario ("Amor de madre") o a herméticas siglas que pueden significar los nombres de los seres queridos (hijos, novias, cuñados, etc.) como si se tratase de aviones derribados en combate.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Lo efímero y lo que permanece en el blog



"Los blogs son un sitio donde la literatura, y el diarismo, y el periodismo, pierden su honesto nombre, y adquieren este otro que tanto dice de ellos: blog, una especie de cruce entre bloc y eructo textual, informe y cambiante. Este término recoge ciertos aspectos del fenómeno mejor que su sinónimo parcial, 'bitácora', que parece sugerir un rumbo controlado."
(José Ángel Garcia Landa, "Los blogs y la narratividad de la existencia", en Azucena Penas y Rosario González (eds.), Estudios sobre el texto, Frankfurt, 2009, pp. 303.332).

Es verdad. Que algunos prefieran hablar de  bitácora no es un asunto menor, al menos, para quienes aman las palabras por sí mismas. Ellos quieren manejar la barca y mantener el rumbo. Ciertos escritores metidos en la adicción del blog, cantan loas al arte efímero del siglo XXI, pero renuncian a responder a los comentarios, o ni siquiera dan la opción al lector de que los haga. Se sienten muy cómodos con sus entradas, pero luego no saben por dónde salir. Los entiendo muy bien. Digan lo que digan algunos, la literatura aspira, y seguirá aspirando, a la fijación de unas palabras en el tiempo. Otra cosa es conseguirlo.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Amor a la libertad


No es tan fácil encontrar a un amigo de la libertad.. Vargas Llosa lo es. Aquí se puede leer lo suyo, tan ateo y tan respetuoso.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Lecturas de verano

Este ha sido el verano en el que casi he conseguido no leer ninguna novela policíaca y apenas he tocado la poesía. Después de eliminar lo que me tragué por obligación profesional, aqui va una lista rápida de lecturas.

Tobias Wolff: En el ejército del faraón
Recuerdos de la experiencia del autor en la guerra de Vietnam. No incurre en ningún tópico, no es autocompasivo y está magníficamente escrito. Todo el libro tiene un aire de verdad. De toda la lista, creo que es el libro que recomendaría a un mayor número de lectores.

Muriel Spark: El banquete
Unas cuantas parejas de ricachones londinenses se reúnen para cenar en casa de un amigo. En apariencia todo se presenta muy trivial, pero en cada capítulo se va rebobinando la historia hacia atrás hasta que de pronto te das cuenta del enorme desaguisado que se va a producir. La Spark nunca defrauda.

Muriel Spark: Curriculum vitae
...Bueno, a veces sí defrauda. Esta autobiografía despeja muchos balones comprometidos, se mete con algunas gentecillas sin necesidad y, para mi sorpresa, cuando evoca los hechos sobre los que la autora se basó para sus ficciones, resulta que los recuerda con simpatía (con la mala uva que gasta en sus novelas). Por suerte el libro no está traducido.

Martin Amis: Tren nocturno
Sórdido relato que incumple el voto que me hice de no leer nada que oliera a policiaco. Amis es un excelente narrador, desde luego, pero este libro no me ha terminado de convencer, quizá porque confieso no haber entendido bien el final.

Rubem Fonseca: El cobrador
El cuento que da título a la colección  es de lo más salvaje que he leído nunca. Si al lector le queda respiración al final, puede reflexionar sobre la violencia en Río de Janeiro.

Ivan Vásov: Bajo el yugo
Libro raro de la benemérita colección Libro amigo de Bruguera. Novela búlgara del siglo XIX sobre las luchas de independencia contra los turcos. Un clásico de su país y una sorpresa agradable para mí.

Henry Fielding: Tom Jones
Este best seller del verano de 1746 ha sido mi gran descubrimiento del verano. Mil páginas de sucesos contados con una ironía genial. Un libro para leer con la calma con que se lee el Quijote y con la tranquilidad de saltarse de vez en cuando uno que otro capítulo ensayístico-moralizante. Fielding no es tan grande como Cervantes, claro, pero muy recomendable.


Robert K. Massie: Pedro el grande
Una biografía muy interesante sobre un personaje increíble. Fue premio Pulitzer.

Rudolf Baumgardt: Carlos XII, el paladín del Norte
Otro personaje apasionante, el gran rival del zar Pedro I. Pero el libro decepciona. Biografía novelada con mucha épica y un tufo medio nazi (la traducción es de 1944).

Katherine Mansfield: En una pensión alemana
Otro hallazgo tardío el de esta enorme escritora de cuentos.

Jane Austen: La abadía de Northanger
Todas las novelas de Austen siguen siendo tan cursis como buenísimas, qué más se puede decir.

Voltaire: Cándido
Otro clásico que tenía pendiente. Sátira muy divertida al principio, pero que a mí me ha terminado cansando, quizá por ser demasiado recurrente la tesis. Los personajes (o monigotes) representan ideas recibidas que el autor satiriza una y otra vez en clave de farsa.

Benedict Anderson: Comunidades imaginadas
Citadísimo y valioso ensayo histórico sobre el origen de los nacionalismos. Me ha servido, por ejemplo, para comprender mejor el papel de la lengua como unificadora (o inventora) de las conciencias nacionales.

Gerardo Castillo: El adolescente y sus retos
Manual para padres con adolescentes en verano.